Con capa y espada
Último de los cuatro films antinazis realizados por Fritz Lang en los años 40. Se basa en la novela "Cloak And Dagger" (1943) de Alastair MacBain y Corey Ford, inspirada en un hecho real (misión de Morris "Moe" Berg, agente secreto de la OSS). Se rueda en los Warner Studios, con un presupuesto ajustado, en los primeros meses de 1946, después de finalizar la IIGM (agosto 1945). Se estrena el 28-IX-1946 (EEUU).
La acción tiene lugar en una Universidad del Medio Oeste de EEUU, Zurich (Suiza) e Italia, a lo largo de unas dos semanas en el invierno de 1945. La película es una obra de suspense, que incorpora elementos de romance, aventuras, thriller, espionaje y acciones de guerra. La sencillez del argumento no impide que el realizador cree una obra sugerente e inquietante, que entre líneas sitúa al espectador frente a amenazas y peligros que le afectan en términos de actualidad, tras el fin de la guerra.
El mal se hace presente en el film de modo palpable y agobiante. Lo encarnan los nazis, que identifica con el engaño y la mentira, el chantaje, la crueldad y la muerte. Su actuación se extiende por el tejido social y afecta a todos, a través de una tupida red de delatores y un sistema policial sanguinario. En la descripción no distingue entre Gestapo, policía, militares, etc. Deliberadamente, todos forman un conjunto compacto y único, exento de diferencias y matices, como corresponde a la idea del mal absoluto, omnipresente y vigorosamente activo.
La mujer ocupa una posición central dentro de los grupos en los que se mueve y dentro del film. Éste es el caso de la bella americana que trabaja como eficiente espía nazi y de la partisana que mueve la historia de amor. Las relaciones hombre/mujer, tanto en la lucha partisana como en las relaciones personales, está marcada por la igualdad. Gina (Lilli Palmer) es culta, sensible, inteligente y no se arredra a la hora de reprochar al varón su falta de sensibilidad y sensatez. En boca de una mujer pone las palabras más inteligentes sobre el futuro y el valor del compromiso.
Escenifica la lucha entre el Bien y el Mal en una pelea cuerpo a cuerpo, ruda e inmisericorde, entre el americano Alvah (Gary Cooper) y un agente de la Gestapo. Rodada en primeros planos y montada de modo trepidante, explica la dificultad de herir al Mal y la facilidad de morir en sus manos. Hace uso de recursos visuales sorpendentes, como los ojos del gato en la oscuridad, la aparición de Gina cuando Alvah enciende una cerilla. Se sirve de toques mordaces, como la inmensa fotografía de Mussolini con sombrero tirolés, la prisa del agente de control de carretera a causa de la lluvia, la pana del vehículo en medio del dispositivo de vigilancia nazi. Ofrece tomas de gran fuerza expresiva, como la huida del asesino de Katerin Lodor y la posición de la cámara bajo la ala del avión, protegiéndose instintivamente de amenazas y peligros inminentes. La música, de Max Steiner, solemne y briosa, da profundidad y brillo al relato.
El científico nuclear americano Alvah Jesper cumple parte de su misión, pero deja al descubierto que sobre la Humanidad penden amenazas nuevas y mayores que las de la guerra concluida con victoria. El realizador hace uso de lo que sabe el espectador (Hiroshima y Nagasaki), en un curioso sobreentendido. El mal no muere, se transforma.
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Entre la extensa filmografía de Lang, quisiera destacar las obras realizadas en los años 40, una década prodigiosa para su cine, con títulos míticos como Perversidad, La mujer del cuadro y sus films anti nazis, entre los que se cuenta Clandestino y Caballero, película de espías francamente interesante, bien conseguida y con momentos de suspense que hubiese podido filmar el mismísimo Alfred Hitchcock.
La película tiene un aire a Con la muerte en los talones, no tanto por la confusa identidad del protagonista (aquel misterioso Mister Kaplan) sino por las maniobras “orquestales” para evitar ser cazados por los matones de la Gestapo. Bueno, a Lilli Palmer le sobran condiciones pero le falta ese toque de distinción de Eva Marie Saint, pero en conjunto, el tandem Cooper - Palmer, funciona al punto de ebullición (según algunos comentarios leídos en la red) más allá de los platós.
En el más puro estilo, agente secreto tipo Bond, evidentemente con las limitaciones de este género de películas al tiempo que con sus virtudes, especialmente su capacidad de entretener, la película plantea la investigación de las armas nucleares en relación con el conflicto bélico de la 2ª Guerra Mundial, transmitiendo a los espectadores la importancia que la obtención por uno u otro bando de la bomba atómica tendría en el desenlace final del conflicto. Un buen guión que Lang desarrolla de forma magistral con escenas memorables como la lucha entre el profesor Jesper (Gary Cooper) y el agente de la Gestapo, la avería del camión en el puesto de control alemán o la curiosa forma de entretener el tiempo de un científico, escribiendo formulas sobre el movimiento de los caballitos
Y por descontado con ese estilo propio Lang, que no olvida sus raíces expresionistas. La escena de la habitación entre sombras con la imagen del profesor en el espejo, y sobre todo la mano enemiga crispada sobre el rostro de Alvah Jesper son adecuados ejemplos de esta afirmación.
Hay quienes siempre están buscando semejanzas y diferencias con las películas de su primera época y estableciendo odiosas comparaciones. Mi opinión es que se equivocan y que de algún modo las lágrimas no les dejan ver las estrellas.
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Vigorosa intriga anti-nazi
Sólo el buen tino de un maestro como Fritz Lang puede convertir un guión convencional y previsible en un film sugerente y, por momentos, vigoroso como resulta ser “Clandestino y caballero”. Y es que las peripecias y aventuras del doctor Alvah Jesper, interpretado sin aspaviento alguno por Gary Cooper, no son más que una correlación de los lugares comunes de ese género tan característico de aquellos años, por motivos obvios, como era el espionaje, para más señas anti-nazi, del cual Lang fue un fiel cultivador también por motivos obvios.
Poco importa el escaso carisma de la mayor parte de los secundarios de la función. Excepción hecha del doctor protagonista y de la partisana incorporada por Lilli Palmer, ninguno de los personajes pasa de ser un puro esbozo sin excesiva relevancia. E incluso se puede perdonar la insípida historia de amor que viven los principales protagonistas en medio de la intriga.
Y todo ello debido al firme pulso mediante el cual Lang dota a sus imágenes de una fuerza y un vigor que van in crescendo según avanza la trama, hasta desembocar en una memorable y brutal, a la par que realista, escena de despiadada lucha cuerpo a cuerpo entre Jesper y un agente italiano. La película alcanza su cumbre con una escena que por si sola justifica el visionado del film, pero ello no quiere decir que el metraje restante desmerezca el conjunto de una más que interesante obra.
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Interesante y solvente
Solvente película de espionaje cuyo argumento gira en torno a la producción de la bomba atómica. La acción transcurre a finales de la Segunda Guerra Mundial en varios países como la frontera franco-española, Suiza o la Italia fascista de Mussolini.
El protagonista es Alvah Jesper (Gary Cooper), un reputado físico nuclear, conocedor del proyecto Manhattan, al que proponen una peligrosa misión propia de agentes del servicio secreto, para evitar que la Alemania nazi fabrique la bomba atómica. Su reclutamiento, casi sin opción para negarse, es repentino, obligado por las graves circunstancias.
El comienzo, típicamente languiano, es conciso, va directo al grano. La primera parte es una solvente trama de espionaje, un juego de dobles identidades. Un impecable Gary Cooper, con gran presencia en pantalla, por su altura, su porte, siempre bien vestido, hace prácticamente de todo: científico, soldado y, cómo no, de galán (de cierta edad).
A medida que avanza, la trama se va complicando, la tensión está siempre presente, al moverse en terreno enemigo, y el peligro en un constante “in crescendo”. Por tanto, hay más acción: peleas, tiroteos, etc. La fotografía en estos ambientes de tensión, destacados claro-oscuros, tienen un gran poso expresionista que, unido a algunos espacios arquitectónicos inmensos, como el despacho del profesor Giovanni Polda y planos picados, dan el toque languiano.
El toque femenino lo aporta Lilly Palmer en su primera película, con una espectacular presentación, una heroína cuyo importante trabajo como militante activa, la mantiene en un constante riesgo. Aunque con el paso del tiempo y las misiones se ha hecho más dura, tiene un gran pesar interior. Aunque la química con Gary Cooper es limitada (es evidente que Fritz Lang no es Douglas Sirk, y menos aún bajo un ambiente como éste, bélico) su actuación es correcta, mantiene el tipo y ejerce bien la dualidad de su personaje entre deber y amor. Quizá en esta parte, la película sufre un pequeño retroceso, con la pérdida de algo de “punch”. Para mi gusto, mejora con el suspense, incluido el final, si bien Lang había ideado otro mucho más complejo.
En definitiva una película casi “clandestina” en la obra de Lang, un título con identidad propia que complementa sus otros films sobre el nazismo, dentro de su rica y exquisita filmografía.