Ambicioso drama antibélico de la Paramount, única película dramática sonora de Lubitsch, que consiguió un gran éxito de crítica y público en su día. Narra la bonita historia de un soldado francés de la I Guerra Mundial que se siente culpable cuando mata a un soldado alemán que, como él, era músico, habiendo ambos acudido al mismo conservatorio de música en Francia. Desolado, el soldado viaja a Alemania a conocer a la familia del hombre al que mató, en busca de su perdón.
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El incuestionable genio de Lubitsch en el arte del ingenio ha propiciado que habitualmente no se haya prestado mucha atención a "Remordimiento", su único drama sonoro, considerado por ello su film más atípico. Lo cierto, sin embargo, es que no lo fue en el momento de su realización, ya que se trataba una de sus primeras películas sonoras. Que de ahí en adelante sólo rodara comedias es lo que le ha otorgado, "a posteriori", esta condición.
De todas maneras, siempre he pensado que las obras presuntamente "anómalas" de grandes directores "encasillados" en un determinado tipo de películas suelen resultar altamente interesantes. Es el caso de la magistral "Una historia verdadera", de Lynch, algunas comedias de Bergman ("Una lección de amor", el episodio del ascensor de "Tres mujeres"…), o este "Remordimiento", que, para mi gusto, se encuentra a la misma altura que "Ser o no ser" o "La octava mujer de Barba Azul".
He hablado de drama, aunque la sinopsis del film (la historia de un soldado arrepentido de haber matado a un contrincante, que acude en busca del perdón de los padres de éste, y vive un romance con la que era su prometida) más bien nos hace temer el más desaforado y morboso de los melodramas. Un material de este calibre necesita, pues, una mano que sea especialmente ponderada, sutil, refinada y elegante. Por eso opino que Lubitsch (y quizá Borzage o McCarey en esa época, u Ophüls más adelante) era precisamente el más indicado para esta empresa. Y por eso el resultado, siempre bajo mi punto de vista, casi no puede ser otro que un drama químicamente perfecto. El "toque" Lubitsch, al servicio, ésta vez, de la emoción y la reflexión.
Dos cosas, finalmente, a destacar. Por un lado, la inconmensurable actuación de ese auténtico animal escénico que era Lionel Barrymore. Por otro, constatar cómo la película, sin caer nunca en el panfleto (ahí es dónde reside el merito de los grandes directores) se convierte en uno de los más contundentes alegatos antibelicistas jamás filmados, emparentándose así con títulos clásicos como "La gran ilusión", "Senderos de gloria", "Rey y patria" —éstas dos últimas quizá centradas más en el antimilitarismo—, "Johnny cogió su fusil" o "La delgada línea roja".
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Arrancándose con apreciables rastros de toque Lubitsch, la película esboza en sus minutos iniciales algunos planos frenéticos y de nerviosa comicidad que despistan un poco. Despistan, digo, porque tras ver el travelling de sables lamiendo el suelo de la iglesia (otra insinuación lubitschiana), y tras asombrarnos por el vacío que se intuye en ese plano acercándose de lo general (la nave vacía) a lo particular (unas manos entrelazadas en actitud de oración desesperada), es en ese momento cuando el tono del metraje cambia sin tan siquiera llevar 5 minutos de película. Lubitsch se pone el traje de director comprometido y emotivo y nos ofrece un canto rabioso al ser humano, a la comprensión y al sentido común. Y lo hace sin pudor, con un descaro en sus postulados que es muy de agradecer, pero con unas prisas que no lo son tanto.
Aparece entonces una narrativa responsable, ya no frenética pero sí apresurada (veo prisas, como digo), que cambia el acostumbrado juego de planos detalle y el tono cínico y socarrón por una imagen que exprime a los actores más que a los objetos (a Barrymore sobre todo, que es el de más jugo) y por un desarrollo dramático intenso, de despojada sinceridad. Eso encaja mal con el barniz habitual de frivolidad aparente, siempre aparente, de Lubitsch, pero se ajusta particularmente bien al reproche furibundo no ya a la guerra, que es lo de siempre, sino al disparatado acto mecánico e impuesto de matar por matar que denuncia esta cinta. Del absurdo que supone justificar tal cosa amparándose en un supuesto "deber" que nadie nunca debería comprender. Es decir, Lubitsch desciende, ya desde la descripción del conflicto moral del protagonista, a los fangos del tú a tú planteando la guerra no como ese enorme monstruo de bayonetas y metralla, no como ese debate sobre motivos, sinrazones o razones del hecho militar, sino ofreciéndonos la reverberación social y familiar de la guerra en tiempos de paz.
Es así como Lubitsch contrasta el drama personal de los remordimientos, examinando la capacidad de perdón, con ese veneno colectivo latente que habría de alimentarse del Tratado de Versalles y de las convulsiones económicas y políticas que llamaron a la puerta de la Alemania de entreguerras facilitando que en el 33 (la peli es del 32) pasara lo que pasó.
La lástima es que todo esto lo haga Lubitsch en 75 minutos que se me antojan insuficientes para un acabado perfecto. Aún así, incomprensiblemente olvidada película del maestro. A recuperar o, como ha sido mi caso, descubrir.
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No sé cómo empezar esta crítica. Las sensaciones que imperan en mí en este mismo instante, minutos después de haberla visto, son grandiosas.
Empezaré por el final que, lejos de desvelarlo, es uno de los más bellos y emotivos de todos y cada uno de los que he visto en una película, danzando sobre un hilo tan fino... desnudándose hasta dejar a la vista todas y cada una de las sensaciones más sentidas y preciosas del ser humano.
Porque la película es eso, vida, magia, pureza, remordimiento... y se me llenan los ojos de lágrimas mientras escribo, cual poder irreductible e implacable, mostrándome las esencias más secretas que habitan en nuestro interior.
Busqueda del perdón no por capricho sino para poder vivir con uno mismo y la desesperanza de no saber si tú mismo podrás aceptarlo.
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Se tiende a infravalorar las películas de los primeros años del cine sonoro por la brusca irrupción del diálogo en ellas. Como si los cineastas que supieron adaptarse a los tiempos fuesen culpables de algo terrorífico. Sin embargo visualmente también dieron un gran salto en pocos años, oscurecido por el dichoso sonido.
Lubitsch fue uno de esos que dieron el paso con garbo, y sin Garbo. Se le conoce por sus comedias. Pero dejó esta joyita dramática que para mí es su obra maestra.
En apenas hora y cuarto da una lección de economía narrativa. Hay gente que prefiere las películas más extensas y pausadas. A mí no. Me gustan sin prisas, pero también sin pausas. No hace falta ni extenderse ni recrearse. Prefiero que me disparen la imaginación a que disparen con la suya.
Como siempre, Lubitsch hace gala de su elegancia. Pero a diferencia de sus otros films, esta vez la pone al servicio de una historia de mucho calado. Muchísimo. Hay gente que puede reprocharle ciertas frivolidades cómicas en una narración como ésta. Bueno, son distintas concepciones de la vida. Hay gente con una visión más melodramática y otras tragicómica. A veces los temas realmente serios hay que tratarlos con cierto humor, y pudor.
Hay momentos en esta película que te llenan de congoja y piensas "y ahora como va a resolver este tinglado el director". Y le da siempre la mejor salida.
De lo que cuenta mejor no decir mucho, pero se pone el concepto artístico al servicio de la obra, no al revés.
Y hay una frase final de la actriz que deja poso, mucho. La verdadera redención sólo llega así.
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Sólo es fácil contestar a la pregunta de por qué te gusta el cine cuando terminas de ver películas como “Remordimiento”. Cuado sin esperar mucho, sin siquiera estar convencido de la elección de esa noche, tus expectativas quedan más que colmadas con el genio y el refinamiento de Ernst Lubitsch.
El maestro de maestros de la comedia, en su primera película sonora, nos da un hachazo contundente. Como en “Los mejores años de nuestra vida” (William Wyler, 1946) Lubitsch con su gran ingenio, nos arrastra hacia el horror de la guerra tras su término. Y lo hace, como lo hizo años más tarde Wyler, sin caer en maniqueísmos o en sensiblería barata.
“Remordimientos” es sencillamente sublime. Y lo es porque aparece un león rugiendo llamado Lionel Barrymore, porque posee un guión sutil y maravilloso, porque la dirección de Lubitsch es fantástica y porque películas como esta que hoy en día no se atreven siquiera a insinuar hacen más falta que cualquier antibélica de hoy en día.
Es complicado entender porqué es tan complicado encontrar hoy en día las cintas menos conocidas de Ernst Lubitsch en condiciones. Mas, si se ha constatado como el director con una elegancia jamás superada.
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Una de las obras maestras menos conocidas y reconocidas del genial Ernst Lubitsch, un nombre a quien de manera tradicional suele asociarse con la comedia a pesar de contar también en su filmografía con dramas tan sólidos como el que nos ocupa. Deberían, por cierto, haber respetado el título original “The broken lullaby” (la nana interrumpida) que suena bastante más poético que la adaptación final castellana.
La historia nos traslada al París de 1919, recién terminada la Primera Guerra Mundial y arranca cuando un músico parisino que sirvió en el frente, profundamente religioso y temeroso de Dios , acude a una iglesia para confesar ante un sacerdote que mató a un soldado enemigo en la contienda. Presa de un terrible dilema moral, y no contento con la absolución del religioso, el protagonista decide presentarse en casa de su víctima (maravilloso el detalle y la escena de la carta) para obtener así el perdón de sus padres y de su prometida.
Estamos ante una de esas películas obligatorias que todo el mundo debería ver al menos una vez en la vida. No sólo se trata de un ejercicio cinematográfico de altura, rodado de manera magistral, sino de toda una lección moral. Y en su sencillez está su grandeza. Sin apenas pisar el campo de batalla y con una puesta en escena austera y minimalista, Lubitsch construye uno de los alegatos antibelicistas más impresionantes que jamás se han hecho. El azar y el destino que tantas risas nos han arrancado en las comedias del autor presentan aquí una carga dramática insuperable. Insuperables también los actores, en especial Barrymore cuya presencia sencillamente sobrecoge. Temas universales como la culpa, la redención o la capacidad de perdonar aparecen soberbiamente expuestos en esta obra de arte absoluta.
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Son muchos los detalles que utiliza Lubitsch para tejer este portentoso drama antibelicista, ya desde ese renombrado inicio con los sables bajo el techo de la casa de Dios hasta la llegada a Alemania del consternado soldado francés. Mientras veía "Remordimiento" no he dejado de pensar en los orígenes germanos del realizador, ya afincado en Estados Unidos y realizando este tipo de película en la compleja década de los 30, cuando el alboroto prebélico anunciaba una nueva catástrafe mundial. Nada menos que en la época de entreguerras se le ocurre a Lubitsch ofrecer una excepción a su cine de humor para señalar lo absurdo de pegarse tiros para resolver los problemas, acabar con tantas vidas y destruir tantas familias.
"Fueron 9 millones, qué más dará, en la siguiente serán 90"... En boca del sobresaliente Barrymore, el padre del soldado alemán fallecido, Lubitsch pone muchas verdades. Para mí el momento de mayor intensidad se encuentra en la escena en la que Barrymore vomita con sinceridad tanta verdad en la misma mesa donde se encuentran sus amigos de toda la vida, que siguen odiando a los franceses, que han perdido a sus hijos y que se irían (y se irán) a la guerra de nuevo. El detalle es que ellos no pegan tiros, el detalle es que son sus hijos los que mueren.
No hay suficientes elogios para "Remordimiento", aunque me pareciera en principio disparatada la idea del soldado francés de ir a Alemania con unos propósitos tan inconvenientes, lo que logra Lubitsch es ir más allá de los hechos concretos, logra concienciar porque su mensaje es universal, a través de la historia de un apocado soldado francés que se mete en un berenjenal, pero apuntando alto y acertando. Y en menos de 80 minutos, cuánto debe aprender el cine actual de lo que queda atrás... Hay drama, hay tragedia, hay redención y hay opciones de enderezar el camino y evitar las guerras. No dejo de pensar que "Remordimiento" está firmada en 1932, a tan pocos pasos de desangrarse de nuevo el planeta... los dirigentes de las potencias afilando cuchillos, cargando armas, y Lubitsch ejerciendo de cineasta. Maravilloso...