La poderosa presencia de Welles.
Fiel adpatación, el film es un drama perfectamente relatado que empieza en la niñez de Jane, una niña inquieta que sorprende por su buena interpretación. Acaba interna en un colegio sacado de los cuentos más terribles, con un director siniestro y donde la tiranía manda en nombre de la virtud. Esa primera parte es un gran logro de la película.
Joan Fontaine está espléndida en su papel de Jane adulta, pero es Orson Welles quien impone su presencia durante la película.
La institutriz Jane Eyre (la película tiene un título diferente) aprende a controlar su genio debido al tiempo pasado en tan opresivo colegio y se encuentra con Orson Welles, dueño de la casa donde va a servir, que justamente es un hombre acostumbrado a desatar sus impulsos, y para eso Welles mejor que nadie. Muy expresivo y convincente.
Un argumento de amores prohíbidos, secretas pasiones e intereses manifiestos, donde triunfa el amor más sencillo, el verdadero, que logra imponerse a las pasiones de la juventud y a otros amores más interesados.
¿Ocurrirá lo mismo en la vida real?
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Jane
Una de las mejores adaptaciones de la novela de Charlotte Brontë. Realizada por Robert Stevenson con aportaciones de Orson Welles, se basa en un guión escrito por John Houseman, Robert Stevenson, Henry Koster y Aldous Huxley. Adapta la novela “Jane Eyre” (1847), de Charlotte Brontë (1816-55) a partir de un guión escrito para la radio por Orson Welles con la colaboración de John Houseman. El film se rueda íntegramente en los Fox Studios (Century City, L.A., CA) durante la IIGM. Producido por William Goetz, Kenneth Macgowan y Orson Welles para la Fox, se estrena el 3-II-1944 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en varias localidades del centro de Inglaterra (Gateshead Hall, Lowood y Tornfield), entre 1829 y 1840. Jane Eyre (Fontaine), nace en 1820, pierde pronto a sus padres y es acogida en la casa de su tía, la Sra. Reed (Moorehead). A los 9 años es enviada a la Lowood Institution, un orfanato para niñas pobres internas, situado en el condado de Yorkshire y regido por el clérigo Henry Brocklehurt (Daniell), de donde sale en 1938, a los 18 años. Encuentra trabajo como institutriz de una niña, Adele Varens (O’Brien), en la mansión solariega de Tornfield, de Edward Rochester (Welles). La Sra. Reed es excéntrica, ingrata y egoísta. Henry Brocklehurt es fanático, cruel, hipócrita y de escasa inteligencia. Rochester es misterioso, egocéntrico, vanidoso y brusco.
El film suma drama y romance. Narrado en primera persona por la protagonista, desarrolla una historia que combina elementos autobiográficos, documentales de la época (1829-40) y de crítica social. Es dura y cruda la descripción que se hace de la vida en el internado de Lowood, presentado como ejemplo representativo de la educación caritativa de la época en Inglaterra. Las internas del orfanato viven privadas de su individualidad, humanidad y sexualidad. Son sometidas a humillaciones públicas y maltratadas física y psicológicamente. La enseñanza que reciben es clasista y sexista: sólo aprenden tareas auxiliares y de servicio doméstico (cuidado de niños, ancianos, cocina...), urbanidad (trato que deben dispensar a las clases superiores), bordado, principios elementales de música (canto y piano) y dibujo.
El film critica a las clases altas de la sociedad inglesa y a la aristocracia, que muestra indolente, frívola, ociosa, presuntuosa y arrogante. Blanche Ingram (Brooke) encarna un modelo de muchacha aristócrata vanidosa, codiciosa, interesada, que luce en sociedad sus mejores habilidades como mediocre soprano casera. Rochester encarna la pomposa figura decimonónica el varón acaudalado, maduro, indolente, promiscuo y machista, al que no le interesa el amor porque busca sólo la diversión. Ha tenido muchas novias: una bailarina de ballet clásico, una cantante de ópera, una actriz de teatro, etc.
Condena la utilización de la religión al servicio de intereses espúreos y como coartada para justificar la explotación de seres humanos, el enriquecimiento a costa de los débiles y crímenes por omisión y negligencia. Denuncia el machismo, la represión sexual de la mujer, la educación clasista y sexista y se posiciona en términos que anticipan y prefiguran el feminismo, cuyas primeras manifestaciones (sufragismo) se producen a mediados del XIX.
La obra adapta con respeto y bastante fidelidad una novela emblemática del romanticismo de mediados del XIX. En coherencia con ello, focaliza la atención en los sentimientos de los protagonistas y presenta una larga retahíla de hechos impresionantes e impactantes, como la miseria, el hambre, la soledad, la locura, la crueldad, la enfermedad, la ceguera, el fanatismo, incendios, niños sin familia, humillaciones, secretos ocultos, personajes atormentados, etc. Con todo, el tono general del relato es contenido, evita exageraciones innecesarias y, en nuestra opinión, da a la narración un sentido que conecta con el espectador, que se siente identificado con Jane, y al que hace partícipe de las emociones de ésta, verdadera e indiscutible protagonista del film.
La cinta tiene un ritmo interno adecuado; los diálogos son ricos en detalles, fluidos y contundentes; y los caracteres están perfilados, son coherentes y tienen densidad psicológica. Las interpretaciones son brillantes: destacan la de Welles, con su histrionismo y grandilocuencia; la de Joan Fontaine (Japón, 1917), contenida, equilibrada y cautivadora; y la de Henry Daniell en el papel excesivo de Henry Brocklehurt. Merece una atención especial la intervención de la pequeña Peggy Ann Garner (Ohío, 1932), “desesperadamente” conmovedora. Sin acreditar interviene Elizabeth Taylor (Londres, 1932), de 12 años, como Helen Burns, la amiga de Jane en el orfanato. Es entrañable por voluntariosa la intervención de la pequeña Margaret O’Brian (California, 1937), como Adele.
Son escenas memorables la muerte de una pequeña amiga de Jane a causa de la tisis (enfermedad que hizo estragos en la familia Brontë), las secuencias del comedor del orfanato y la de la humillante presentación de Jane a sus compañeras, el incendio del dormitorio de Edward, la visita de Jane a su tía moribunda, la confesión de Edward, etc.
La banda sonora, de Bernard Herrmann (“Vértigo”, Hitchcock, 1958), ejecuta una partitura orquestal dramática y romántica de gran belleza, que incorpora sugerentes melodías a cargo de solos de flauta, piano, trompa, etc. Destaca la composición con melodía de caja de música. De sus 27 cortes, muchos más de los habituales en su momento, sobresalen los temas descriptivos “El piano”, “El fuego”, “La tormenta”, “La boda”, etc. La fotografía, de George Barnes (“Recuerda”, Hitchcock, 1945), maestro de Gregg Toland, presenta un excelente B/N, hace uso de negros densos, magníficos claroscuros, largas sombras y crea con habilidad ambientes siniestros.
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HECHIZANTE
Realmente me ha sorprendido gratamente en todos sus aspectos: la historia con su equilibrio perfecto entre drama, amor y suspense, los personajes interesantísimos y analizados a fondo, muy buen vestuario… Pero sobre todo, sobre todo… una ambientación perfecta y una iluminación sobresaliente, superior a lo humanamente calificable! Realmente, una auténtica obra de arte, técnicamente hablando. Desde el primero al último plano, la película te envuelve en un hechizante mundo de luces y sombras, de caminos perdidos y castillos de piedra escondidos en la niebla. Me ha maravillado ver como en una misma escena la luz va cambiando paulatinamente y casi sin darte cuenta según es necesario, como siguiendo a los personajes y resaltando o escondiendo lo que hace falta en cada momento. ¡Estudiadísima al milímetro! Hacer parecer bella a Joan Fontaine no es muy difícil de conseguir con la iluminación adecuada. ¡Pero que Orson Welles pueda hasta parecer guapo y atractivo, con postizo de nariz incluido, pues es algo admirable!
Interpretaciones magistrales por parte de Orson Welles y Joan Fontaine, y resaltando la de la actriz que hace de Jane Eyre de niña, por su dramatismo y credibilidad. ¡Muy buena! Llama la atención una aparición estelar de una jovencísima Elizabeth Taylor, como amiga de Jane Ayre que con solo unos escasos minutos de aparición en todo el metraje, su aura especial y su belleza consiguen que todas las miradas se centren en ella. Por último Margaret O´Brien, encantadora niña prodigio en uno de sus papeles secundarios más encantadores y carismáticos.
Muy recomendable a los amantes de dramas de época con suspente en pequeñas dosis y en general del cine bien hecho.