En Le Joli Mai (1963) —título traducido al español como El alegre mes de mayo— , la potente (y casi perturbadora) imagen de minúsculos parisinos yendo de un lado a otro bajo la mirada omnisciente de la cámara (en su forma más literal), establece la premisa de este documental, que se enfoca en la vida cotidiana del parisino promedio, detrás de la cual asoman la soledad, el aislamiento y la indiferencia; tanto como las falsas y legítimas esperanzas, los sueños; con la idea clara de que la postguerra es siempre una preguerra, como el propio Marker afirma en un trabajo muy posterior; el homenaje a su amiga, la fotógrafa Denise Bellon, titulado en español Recuerdos del porvenir (2001).
Fotograma de Le Joli Mai. Chris Marker (1962)Fotograma de Le Joli Mai. Chris Marker (1962)
En palabras del director:
“Lo que quise hacer emerger con el documental —declara Marker sobre sus intenciones al momento de hacer Le Joli Mai— fue producir una suerte de llamado para hacer contacto con los demás; tanto para el público como para la gente que participó en la película. La posibilidad de hacer algo junto con otros; lo cual, en cierta medida hace posible una sociedad o una civilización… pero que al mismo tiempo puede proveer simplemente amor, amistad, compasión”.[1]
La cinta ofrece en más de dos horas un viaje por las entrañas de una ciudad conocida y esquiva, y nos muestra la fisonomía más íntima de una urbe, en este caso París, que es como cualquier otra en su forma más expuesta y sencilla. Algo que de tan propio, nos resulta ajeno, y revela así una vasta complejidad humana que supera los marcos de sexo, clase social y ocupación, mediante entrevistas y testimonios sobre el trabajo, el amor, el dinero y las diversiones domésticas; encadenadas bajo una pregunta central: ¿es usted feliz?
El montaje y el comentario del propio realizador en voz del célebre Yves Montand adjetivan con ironía, humor y algunos tintes de tragedia la realidad evasiva y contradictoria de la capital del país “más próspero del mundo”, como él mismo lo llama en la película. La ciudad “más bella del mundo” retratada como si fuera vista por primera vez: con ironía, como recién levantada, ingenua, solitaria e inocente.
Al inquirir a un grupo de transeúntes sobre los temas más íntimos, Marker nos confronta a todos. Nos hace preguntarnos sobre nuestra relación con los demás; con la realidad, con la guerra que está a punto de empezar y con la que apenas terminó; con la soledad del prójimo que, por supuesto, es la nuestra. ¿Cuál será la decisión que tomemos llegado el momento? Bajo esta perspectiva, y vista a la luz de los años, parecería estar documentando el futuro. Es imposible, por ejemplo, no pensar en el París convulso de 1968 (otro mayo alegre y terrible al mismo tiempo).
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