Ida (2013) es, sin duda, una buena película pero no la obra maestra que tantas voces proclaman. Tiene virtudes innegables: belleza visual (además con gran sobriedad, no hay planos de una belleza retórica y ornamentalmente como en los últimos largos de kieslowski), una utilización de elipsis ciertamente muy atractiva, una duración ajustada -en un cine, el actual, donde abunda en este aspecto la elefantiasis que tanto le gustaba citar a Manny Farber-, aunque bien pensando a lo mejor el gran problema de la película sea ese, que por una vez y sin que sirva de precedente la película podría haber durado algo más. El tema era muy bueno (un proceso de doble conocimiento e imposible redención -en una de las protagonista-), el motivo del viaje (físico e interior), cuestiones pocas veces vista en el cine del este de ficción como el fascismo cotidiano que se aprovechó del Nazismo para ocultar sus crímenes racistas. Uno se queda con ganas de conocer un poco mejor al personaje de la tía Wanda.




Cold War (Zimna wojna, 2018) me parece una película más interesante, pese a trabajar con materiales más convencionales. El tema es la historia de una amor imposible y destructor a lo largo de unos años (1948-1964) que coinciden con un contexto muy convulso (se inicia en un periodo en que Polonia estaba bajo el férreo control de estalinismo y acaba con la llegada de unos años en los que algunos jóvenes polacos creyeron en la posibilidad de una cierta libertad como fue el caso de Polanski, Skolimowski, Kawalerowicz, Zbigniew Cybulski, Krzyszto Komeda y tantos otros). La duración es breve (por utilizar un símil jazzísticos, afín al director, se está más cerca del concepto temporal de Lester Young que de John Coltrane, por mucho que este último sea el músico utilizado en las bandas sonoras de sus películas), la elipsis son brutales y a veces tan creativas que podrían estar en una próxima edición de la Praxis del cine de Noel Burch. Al contrario que Ida, que es una película más interesante en la teoría, Cold War resulta más satisfactoria en términos de lenguaje cinematográfico y de soluciones de puesta en escena aunque sea en escenas que hemos vistos tantas veces que se han convertido en cliches: despedida y reencuentro de amantes, degradación moral (mejor filmadas que las Losey en Eva), suicidios...



Con respecto a la hermosa escena final de Cold War me sorprendió que Vicente Molina Foix (que considera ambas películas obras maestras, Ida -en concreto- una de las mejores películas de la última década) la considerada ambigua y misteriosa en la entrada que dedicó a esta película en su blog cuando desde mi punto de vista no puede ser más clara. Uso el spoiler para seguir mi comentario: