Al comienzo del guión original de esta película escrito por Wilder y I.A.L.Diamond, figura la frase: "Esta pieza debe ser interpretada molto furioso". Esto (al igual que "La danza del sable" de Khachaturian) nos define bastante bien lo que es esta obra maestra de Wilder.
Podríamos considerarla como una especie "screwball comedy" tardía. Este género, cuyo apogeo tuvo lugar a finales de los 30 y comienzos de los 40 y al que pertenecen títulos como "Vive como quieras", "La fiera de mi niña" o "Luna nueva", se caracterizó por un ritmo endiablado, unos diálogos incisivos y una crítica a los valores establecidos.
Aquí Wilder nos ofrece una sátira despiadada en la que no queda títere con cabeza. Se ríe de la Guerra Fría, del comunismo, del capitalismo, de los rescoldos del nazismo, de la moribunda aristocracia, de la familia norteamericana, de los ideales juveniles, de la sociedad de consumo, del imperialismo estadounidense,... No es extraño, por tanto, que en su época la película recibiera airadas críticas desde las más variadas procedencias.
Además, se dio la circunstancia de que, a mitad del rodaje (concretamente el 13 de agosto de 1961) se comenzó a construir el Muro de Berlín. El equipo de rodaje tuvo que trasladarse a los estudios Baviera de Munich, donde se construyó una réplica de la parte baja de la Puerta de Brandenburgo para poder continuar.
Se agudizaba, pues, la Guerra Fría, y la película se estrenó en el peor de los momentos. En alemania, las críticas fueron furibundas ("¿Por qué no hace una película riéndose del cáncer de pulmón?", llegaron a decirle a Wilder). Y en el resto del mundo las cosas no le fueron mejor. Totalmente incomprendida, la película fue un fracaso comercial.
Vista hoy, todo esto nos resulta un tanto absurdo. No es posible (al menos, en mi caso) tomarse la crítica de la película demasiado en serio pues los personajes son meras caricaturas (de hecho, James Cagney parece en muchos momentos una especie de dibujo animado). Además, el tiempo le ha dado la razón, pues el capitalismo consumista ha acabado devorándolo todo. Pero, en fin, eran otros tiempos...
Hoy podemos disfrutar, sin ningún tipo de prejuicio, del talento de Wilder, de los afilados diálogos, del ritmo que imprime a la película... y de la genial interpretación de Cagney.
Cagney es el alma de la película. Sin embargo, el rodaje fue un infierno para él. El ritmo al que tenía que decir los diálogos era demasiado rápido lo que le hacía olvidar palabras y había que repetir la toma (hasta 50 veces llegó a repetir una de ellas). No se llevó bien con Horst Buchhold ("el único actor con el que he odiado trabajar", dice en sus memorias), pues era poco colaborador, intentaba robarle las escenas y Wilder apenas lo dirigía (en efecto, está bastante sobreactuado). Sólo trabó amistad con Pamela Tiffin, la cual se hallaba algo acomplejada entre tantos grandes y experimentados actores. Fue la primera vez que se planteó abandonar un rodaje antes de terminarlo.
Tras esta película, el actor se retiró a su granja y no volvió a trabajar en el cine (aunque le ofrecieron papeles en películas como "My fair lady" o "El Padrino II"). Sólo 20 años más tarde interpretó un pequeño papel en "Ragtime", de Milos Forman.
Wilder, por su parte, fue agudizando su cinismo en películas posteriores (y acumulando también fracasos comerciales). Su vena romántica (que también la tenía) sólo aparecería en esas dos joyas tardías que son "La vida privada de Sherlock Holmes" y "Avanti".
Se comenta que la actriz Joan Crawford, que por entonces pertenecía a la junta de accionistas de la PepsiCo, llamó a Wilder indignada, pues había oído que estaba rodando una película sobre su rival, la Coca-Cola. La reacción de Wilder fue añadir el gag final que todos conocemos.
En suma, una película para disfrutar de principio a fin.
Muchas gracias, Merxe, y un cordial saludo.
Vivir no es sólo existir, / sino existir y crear, / saber gozar y sufrir / y no dormir sin soñar. / Descansar, es empezar a morir.