Extraido de la Antologia Mayor de la literatura Dominicana.
FABIO FIALLO (1866-1942)
Es el más popular de nuestros románticos. A pesar de la gran amistad que lo unió a Rubén Darío, las ráfagas modernistas no se filtraron a su obra en verso que mantuvo su estructura, la pureza de sus líneas desde que, muy joven aún, empezara a hacerse notar en nuestro ambiente.
Fabio Fiallo nació en Santo Domingo el 3 de febrero de 1866. Hijo del general Juan Ramón Fiallo y Ana María Cabral. Fue maestro ocasionalmente y periodista por vocación, habiendo dirigido el semanario El Hogar (1894‑95). También dirigió y redactó La Bandera Libre, que en su última época le sirvió de tribuna para sus artículos en contra de la intervención norteamericana de 1916, lo que le valió ser encarcelado en la Fortaleza Ozama (un óleo de García Godoy lo inmortaliza frente al Placer de los Estudios, vistiendo el uniforme rayado de los prisioneros y portando un libro que se titula El dolor de la patria). Muchos fueron sus versos patrióticos publicados en la prensa de entonces que hoy son inencontrables y que, según noticias fidedignas, reposan en los archivos del fallecido historiador Emilio Rodríguez Demorizi, limbo del que esperamos salgan a su debido tiempo.
GÓLGOTA ROSA
A Ana María Menocal.
Del cuello de la amada pende un Cristo,
joyel en oro de un buril genial,
y parece este Cristo en su agonía
dichoso de la vida al expirar.
Tienen sus dulces ojos moribundos
tal expresión de goce mundanal,
que a veces pienso si el genial artista
dióle a su Cristo el alma de don Juan.
Hay en la frente inclinación equívoca,
curiosidad astuta en el mirar,
y la intención del labio, si es de angustia,
al mismo tiempo es contracción sensual.
Oh, pequeño Jesús Crucificado,
déjame a mí morir en tu lugar,
sobre la tentación de ese Calvario
hecho en las dos colinas de un rosal.
Dame tu puesto, o teme que mi mano,
con impulso de arranque pasional,
la faz te vuelva contra el cielo y cambie
la oblicua dirección de tu mirar.