La trilogía
El ruedo ibérico de Valle-Inclán.
En ella el autor muestra su particular visión de la época postrera del reinado de Isabel II. A pesar de sus excesos retóricos contiene numerosos hallazgos expresivos que realzan e intensifican la causticidad crítica a través de la ridiculización de los personajes y acontecimientos narrados.
Unos cuantos extractos, de
La corte de los milagros:
" III
Los héroes marciales de la revolución española no mudaron de grito hasta los últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perplejidades con los tropos de la oratoria demagógica. Aquellos mílites gloriosos alumbraban en secreto una devota candelilla por la Señora. Ante la retórica de los motines populares, los espadones de la ronca revolucionaria nunca excusaron sus filos para acuchillar descamisados. El Ejército Español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse heroico con la turba descalza y pelona que corre tras la charanga.
IV
─ ¡Pegar fuerte!
La rufa consigna bajaba de las alturas hasta la soldadesca, que relinchaba de gusto porque la orden nunca venía sin el regalo del rancho con chorizo, cafelito, copa y tagarnina. Los edictos militares, con sus bravatas cherinolas proclamadas al son de redoblados tambores, hacían malparir a las viejas. El palo, numen de generales y sargentos, simbolizaba la más oportuna política en las cámaras reales. La Señora, encendida de eripsipelas, se inflaba con bucheo de paloma:
─ ¡Pegar fuerte, a ver si se enmiendan!”
De
Viva mi dueño:
" I
Chismosos anuncios difundían el mensaje revolucionario por la redondez del Ruedo Ibérico. Y en las ciudades viejas, bajo los porches de la plaza, y en los atrios solaneros de los villorrios, y en el colmado andaluz, y en la tasca madrileña, y en el chigre y en el frontón, entre grises mares y prados verdes, el Periquito Gacetillero abre los días con el anuncio de que viene la Niña. ¡Y la Niña, todas las noches quedándose a dormir por las afueras!...
II
─ ¡Alea iacta est!
Así termina su homilía beatona, en un Consejo de Ministros, el Ministro de Gracia y Justicia, Señor Coronado. Echada la suerte, sobrevino, como en tiempo de romanos, juramentarse para la guerra sin cuartel a las huestes púnicas de los revolucionarios. Don Carlos Marfori, Ministro de Ultramar, para celebrarlo encendió un veguero de la Vuelta de Abajo: Su jácara matona, propuso que saliesen en cuerda, aquella noche, los conspicuos de la conjura progresista que aún no andaban emigrados. La cuadrilla ministerial con elocuentes murmullos, loaba el cante del Señor Marfori:
─ ¡A Chafarinas con todos, y un barreno en el barco que los lleve!
III
Los Ministros del Real Despacho, en aquellos amenes isabelinos, eran siete fantoches de cortas luces, como por tradición suelen serlo los Consejeros de la Corona en España. El Presidente, Don Luis González Bravo, zorro viejo en el corral político, había procurado eliminarles por caminos de avenencia con los espadones revolucionarios, pero alguno de los consejeros, traspasado de escrúpulo beato, hubo de contárselo en el torno a la monja de las llagas, y la seráfica, afligida con el horror de aquella contaminación, se lo sopló en la oreja a la Reina Nuestra Señora. El Majo del Guirigay ─nunca las momias apostólicas le perdonaron el remoquete─ tañó el primer barrunto por los hipos de la paloma buchona, con que le habló en un Consejo Su Majestad Católica. [...]”
Cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor.
Un saludo.
"Feliz el que, alejado de negocios, como en remoto tiempo los mortales, paternos campos con sus bueyes ara y no rinde a la usura vasallaje"
"Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado" Rafael Sánchez Ferlosio