Mario Monicelli sigue riéndose con ternura de los italianos

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Mario Monicelli sigue riéndose con ternura de los italianos

Notapor cagney » Jue Dic 28, 2006 2:09 pm

Mario Monicelli sigue riéndose con ternura de los italianos a los 91 años

Estrena una comedia sobre las desventuras de un batallón en Libia en la II Guerra Mundial


Con el permiso de Antonioni, o sin él porque ni falta que le hace, Mario Monicelli es el último genio vivo del cine italiano, y lo mejor de todo es que a sus 91 años sigue en activo y no ha perdido el sentido del humor. Otro gigante de la comedia, Dino Risi, un año más joven, sigue igual de lúcido, pero hace tiempo que ha dejado de rodar. En cambio el autor de 'I soliti ignoti' ('Rufufú' en España) acaba de estrenar en Italia con 200 copias 'Le rose del deserto' (Las rosas del desierto), después de ocho años apartado de las cámaras, una película que le ha costado mucho sacar adelante entre problemas financieros y un complejo rodaje en las dunas de Túnez.

Pero, al final, ahí está y es su filme número 65: una comedia melancólica de las suyas, con una mirada socarrona y tierna hacia sus compatriotas, el eterno objeto de sus ironías. Esta vez se trata de un grupo de soldados caídos en medio del desierto de Libia en 1940, cuando la Italia fascista de Mussolini acababa de entrar en la Segunda Guerra Mundial pensando que iba a ser cosa de dos días.

A Billy Wilder le tuvieron castigado sin rodar los últimos 20 años de su vida, pero al menos en Italia a Monicelli le siguen dando cancha. Alguien que ha firmado la maravillosa escena de las bofetadas a los pasajeros del tren en 'Amici miei' ('Habitación para cuatro', en su incomprensible título español) o que está tan loco como para rodar algo tan disparatado y genial como 'L'Armata Brancaleone' debería tener derecho a hacer películas toda su vida. En 'Le rose del deserto', protagonizada por Michele Placido, Giorgio Pasotti y Alessandro Haber, la clásica soldadesca italiana descreída, extraviada y ajena a los grandes ideales es el centro de una comedia rodada con pasmosa ligereza, con gusto por el bullicio, un poco al estilo de Berlanga, y que se ve con una sonrisa. Seguramente no aporte nada nuevo, pero qué más da. Basta comprobar con asombro que Monicelli no ha perdido la gracia ni la humanidad, la intuición para el retrato ni los hallazgos de momentos memorables.

Monicelli ya bordó la tragicomedia bélica en una de sus obras maestras de los 50, 'La grande guerra', con Alberto Sordi y Vittorio Gassman, también más tarde en la deliciosa 'Cari fottutissimi amici', de 1994, y aquí vuelve a un terreno que conoce bien.

En la rueda de prensa de presentación se despachó a gusto, como siempre, y fue muy poco diplomático: «Los italianos no son héroes ni misioneros, son generosos y no pierden el ánimo, no creo que hayan cambiado y si lo han hecho ha sido a peor, por ejemplo siguen siendo igual de machistas, algo típico del fascismo». También contó sus problemas para encontrar actores que fueran como los italianos de los años 40: «Todos los que venían eran guapos y de metro noventa, y nosotros éramos pequeños con las piernas torcidas». Al final, silencio incómodo en el auditorio políticamente correcto cuando explicó por qué fue fácil trabajar con actores no profesionales: «A un italiano le pones un uniforme y, no se sabe por qué, sabe exactamente cómo actuar, es un poco como cuando las mujeres se visten de putas». Salvo milagro, en la Europa sin fronteras esta película jamás llegará a estrenarse en España, quizá dentro de tres años, como casi todas las italianas de la última década y como casi todas las españolas en Italia.
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