Nunca pudo quitarse de encima la etiqueta de director de segunda fila, ni tampoco la de tirano a la hora de trabajar. Sin embargo, el neoyorquino Archie L. Mayo cumplió de manera notable con casi todos los guiones que pasaron por sus manos, dando la talla en el cine negro, en el drama y hasta en la comedia —véase la tardía película marxista ‘Una noche en Casablanca’. Estuvo a sueldo de los principales estudios de Hollywood, siendo su etapa en la Warner Bros. la más provechosa; ahí rodó ‘El bosque petrificado’ con Humphrey Bogart y Bette Davis, así como el film que nos ocupa en este post: ‘Barreras infranqueables’, con Paul Muni y, de nuevo, Bette Davis.
La película —cuyo título original es bastante menos lírico: ‘Bordertown’— se basa en una historia de Robert Lord que adaptaron Laird Doyle y Wallace Smith a propuesta de Carroll Graham. Tanto por el argumento como por la especial dirección de Mayo, podríamos decir que se trata de una precursora del cine negro que llegaría en los cuarenta. Existe una voluntad de conciencia social, una especie de denuncia encubierta contra la discriminación racial; lástima que toda esa declaración de principios se derrumbe cual castillo de naipes con un final —por decirlo suavemente— conformista.
Tal como había hecho en ‘Soy un fugitivo’ (1932), Paul Muni vuelve a encarnar a un tipo perseguido por la injusticia, al que no le permiten ser feliz por muy honrado que sea. En este caso, su personaje, Johnny Ramirez, es un joven recién salido de la cárcel que vive con su madre en el barrio mexicano de Los Ángeles y que consigue redimirse sacándose la carrera de Derecho. Sin embargo, la primera vez que tiene ocasión de demostrar lo aprendido, el abogado defensor le hace perder los papeles; y dado que es de origen humilde y tiene un pasado oscuro, es desposeído de la licencia.
Llegados a este punto, Johnny concluye que la única forma de prosperar en la vida, de ser alguien en la estricta sociedad de castas norteamericana, es ser partícipe de negocios menos limpios. Por eso abandona a su madre y huye hacia el sur, a la frontera con México. Encuentra trabajo en un local donde se apuesta a la ruleta o al poker; su cometido es vigilar que todo funcione a las mil maravillas para la banca y echar a quienes osen jugar al casino gratis o emborracharse en la barra. Y lo cierto es que las cosas le van bien, cada vez mejor, hasta el punto de ganarse la entera confianza de su jefe (Eugene Pallette)… y de la esposa de éste: Marie Roark (Bette Davis).
Por si os estáis haciendo la pregunta: sí, aquí Bette Davis también hace de mala. Y sí, una vez más lo hace a la perfección. Su personaje, cínico a más no poder con el idiota de su marido, teje la correspondiente tela de araña sobre Johnny; pero éste solo tiene ojos para Dale (la guapa e insolente Margaret Lindsay), la mujer contra la que perdió su primer y único caso como abogado, a la que pretende acceder ahora que ya tiene dinero para permitírselo. Como es lógico, Marie se interpondrá en sus deseos. Y aunque Davis da el trabajo casi hecho, hay que remarcar lo bien dirigida que está por Mayo: sin excesos, regalándonos un primer plano escalofriante, en movimiento, que remata la escena del garaje.
‘Barreras infranqueables’ se ve con interés, se siente empatía con Johnny por las injusticias a las que se ve sometido —aunque no sabemos qué hizo para pasar un tiempo en la cárcel— y también es de agradecer que no sea un personaje plano, sino que tenga su lado oscuro en esos irrefrenables ataques de ira. El fallo de esta película, como decíamos al principio, reside en un final demasiado blando y que al mismo tiempo no deja lugar para la esperanza, desmontando cualquier atisbo de denuncia hacia la discriminación —racial y social— que hubiéramos querido creer en los 89 minutos anteriores.
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Germen del cine negro.
El relato trata la historia de un joven hispano, Jhonny Ramírez, en una búsqueda por una vida mejor habiendo superado un pasado turbio, comienza como un nuevo abogado pero pronto se encontrará con un problema que cambiará drásticamente su futuro planeado.
La película es sin duda el típico drama social que inundaba los años 30 en el cine americano. Ahora, vienen mis sensaciones, empezaré por lo peor que curiosamente es el final, un desenlace que transmite una moraleja ¿educativa?, cuando se ve la película se descubre cual era la moral imperante y como Hollywood quería adoctrinar al público, sin duda es la única parte de la obra a la que se la pasado la fecha de caducidad.
Lo mejor son los detalles que preludian el futuro cine negro de los años 40. La obra formalmente trata el uso de las sombras, imprescindible para esto el buen uso del blanco y negro, para crear un ambiente pesimista, desesperanzador, con el transfondo del juego y planos abarcando toda la escena para imprimir más realismo.
En otra vuelta de tuerca esta la psique de los personajes, tenemos ante nosotros un relato de una sociedad opresora y clasista, una parte acomodada con todo a favor en la vida y otra que solo conoce la lucha, la incultura y la indefinición. Esta última parte humilde se divide en una rama llena de ambición, tal vez con ánimos de venganza hacia la incomprensión y la opresión; por otro lado hay una rama de conformismo y aceptación de la reglas sociales.
Resumiendo, una jovencísima y genial Bette Davis, Paul Muni bordando su papel, una film que engancha durante el metraje y decepciona al final.