La Traviata
Quienes quieren iniciarse en el mundo de la ópera verán que Rigoletto es la primera universalmente recomendada y en segundo lugar la Traviata. Personalmente yo alteraría ese orden.
Pertenece a la llamada “trilogía romántica” o “popular” (junto con Rigoletto e Il Trovatore) en las que Verdi empieza a introducir problemas morales y éticos. En esta, retrata una burguesía que se mueve por las presiones sociales, que renuncia a los sentimientos por las apariencias, por el “honor social”. De modo que la historia nos habla del desencuentro, de las contradicciones del deseo, de la hipocresía social y del sacrificio del amor.
Verdi dibuja admirablemente la psicología de sus personajes a través de la música. Utiliza una orquesta mayor que la empleada hasta entonces (en el bel canto) y sus composiciones - aunque están pensadas para el lucimiento de las voces - tienen, sobre todo, una gran fuerza dramática y emotiva.
La Traviata es una obra circular, en las palabras finales de Violeta se repite el motivo inicial de la ópera. Es decir, la tragedia ya está contenida en el inicio. Ya en las primeras sonoridades de los violines se adivina algo así como un presagio de muerte, que será el hilo conductor de toda la trama. Violeta tiene una muerte difícil dura todo el último acto y tiene un papel difícil (hay sopranos que se quedan sin aliento, de modo que logran un gran realismo). En su escena final destaca el uso de la palabra hablada que es un anticipo del verismo y de toda la ópera contemporánea, este parlato “E strano, cessarono gli spasimi del dolore” tiene un gran efecto dramático porque se da en medio de un desarrollo típicamente romántico.
Violeta, distinguida cortesana, se enamora de Alfredo Germont y renuncia a su lujosa vida parisina para ir a vivir con él en el campo. Allí recibe la visita del padre de su amante, quien le pide que termine con esa relación que tanto perjudica a Alfredo y a toda su familia. Cualquier otra Violeta se desharía de ese fastidioso señor, pero nuestra Traviata, para permitirnos disfrutar del magistral último acto, cede a la imposición paterna sacrificando su amor por el bien de su amado. Entristecida, se va de la casa dejando escrita una carta diciéndole que prefiere a un noble rico de la ciudad. Alfredo, herido por el desengaño y enceguecido por los celos, ofende grave y públicamente a Violeta. Es entonces cuando su padre le explica lo sucedido y la grandeza del amor de ésta. Alfredo va a ver a Violeta para pedirle perdón pero ya es demasiado tarde. Violeta agoniza, eso sí, rodeada del arrepentimiento general ante la bondad de ese “alma generosa” castigada por la sociedad.
Este es, a grandes rasgos, el argumento basado en la obra de Alejandro Dumas hijo, La Dama de las Camelias. Se estrenó en el teatro La Fenice, de Venecia, en 1853.
No puedo por menos que añadir el peculiar resumen que de la obra se hizo en su estreno en el Teatro de Barcelona en 1855. Ya empezaron por ponerle de título “la descarriada” y arreglaron el argumento de este modo: "Una mujer que se descarrió, que se separó del recto camino de la virtud y se entregó a toda clase de desórdenes para seguir ciegamente sus pasiones, llega por fin a convencerse de que la religión solamente es la que puede consolar y satisfacer nuestro corazón. La causa primera de este cambio es sin duda el verdadero amor del joven Alfredo, que pudo arrancar a Violeta de su encegamiento". ¡Y tan contentos!.
ALFREDO
Bebamos alegremente de este vaso
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite.
Bebamos con el dulce estremecimiento
que el amor despierta
puesto que estos bellos ojos (indicando a Violeta)
nos atraviesan el corazón.
VIOLETA
Yo quiero compartir
mi alegría con todos vosotros;
todo en la vida es locura
salvo el placer.
Alegrémonos
el amor es rápido y fugitivo.
Es una flor que nace y muere
y del cual no siempre se puede disfrutar.
Violeta Valery, cortesana, soprano
Flora Vervoix (su amiga), mezzosoprano
Anina (su doncella), soprano
Alfredo Germont (su amante), tenor
Giogio Germont (padre de Alfredo), barítono
Gastone (vizconde de Letorières), tenor
Marqués de Orbigny (amante de Flora), barítono
Barón Douphol, barítono
Doctor Grenvil, bajo
Bebamos alegremente de este vaso
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite.
Bebamos con el dulce estremecimiento
que el amor despierta
puesto que estos bellos ojos (indicando a Violeta)
nos atraviesan el corazón.
VIOLETA
Yo quiero compartir
mi alegría con todos vosotros;
todo en la vida es locura
salvo el placer.
Alegrémonos
el amor es rápido y fugitivo.
Es una flor que nace y muere
y del cual no siempre se puede disfrutar.
Violeta Valery, cortesana, soprano
Flora Vervoix (su amiga), mezzosoprano
Anina (su doncella), soprano
Alfredo Germont (su amante), tenor
Giogio Germont (padre de Alfredo), barítono
Gastone (vizconde de Letorières), tenor
Marqués de Orbigny (amante de Flora), barítono
Barón Douphol, barítono
Doctor Grenvil, bajo
Acto I - Tras un breve preludio, la acción comienza con una brillante fiesta en casa de Violetta. Toda esta escena introduce magistralmente al personaje. Gastone presenta a Alfredo y Violetta lo recibe con otra brillante frase: Mio Visconte, merce’ di tal dono (Vizconde mío, gracias por hacerme semejante regalo). Ya sentados en el banquete, tras el breve diálogo, empieza la escena que ha hecho famosa esta ópera. Violeta invita a hacer un brindis expresándose de una forma que, de nuevo, sirve para caracterizarla: Lo voglio (Lo deseo) canta, al piacere m’affido, ed io soglio con tal fármaco i mali sopir (me confío al placer, pues con semejante fármaco suelo adormecer mis penas). Alfredo recoge el brindis con el célebre Libiamo!.
Terminado el banquete, los invitados pasan a otra sala y Alfredo se queda a solas con Violetta, que ha sufrido un ataque de tos. Viene el delicado andantino de Alfredo Un dì, felice, eterea (Un día feliz, eterea) una declaración de amor cuya melodía aparecerá a menudo a lo largo de la ópera, con un color diferente en cada ocasión. Ese amor es imposible, responde Violetta, Amar non so(No sé amar) y, casi sin querer, le invita para el día siguiente.
Violetta se queda sola y se despoja de todo el fingimiento social y toda coloratura en ese recitativo: È strano!... in core scolpiti ho quegli accenti! (Es extraño... llevo en el corazón grabadas sus palabras) Pero aleja esos pensamientos Follie! (Locuras) y, mientras a lo lejos se oye a Alfredo amor è palpito (amor es palpitar) ella canta Sempre libera degg’io (Debo siempre ser libre).
Acto II - Escena 1. Violetta y Alfredo viven juntos desde hace unos meses en una casa en el campo, cerca de Paris. El acto se abre con una amplia escena y un aria dedicada al tenor que se siente “como en el cielo” . Pero cuando entra Annina, la sirvienta de Violetta, le dice que viene de vender las alhajas de sus señora en París para pagar las deudas de la idílica vida que llevan los dos. Alfredo, avergonzado O mio rimorso! (Oh, mis remordimientos), marcha inmediatamente con el propósito de resolver la situación económica, que él desconocía.
Entra Violetta y las notas de la orquesta se hacen más sostenidas. Una frase de los arcos, solemne, presenta a Germont, el padre de Alfredo. El comienzo es frío y el diálogo va in crescendo en argumento y en música. En la frase Ah, il passato perché, perché v’accusa? (Ah, ¿por qué os acusa el pasado?) se atisba el primer soplo de humanidad de Germont. Con un profundo impulso Violetta se une al canto y responde: Più non esiste; or amo Alfredo, e Dio lo cancellò col pentimento mio (Ya no existe; ahora amo a Alfredo y Dios lo ha cancelado con mi arrepentimiento). Esta frase cargada de lirismo revela que ha hecho del amor el único punto de referencia de toda su existencia. Ahora, cuando hemos visto el cambio emocional de Violetta es cuando Germont le pide que abandone a Alfredo.
Tras la marcha de Germont, Violetta escribe a Alfredo, mientras, el clarinete se recrea en una nostálgica y conmovedora melodía. Luego, la escena se vuelve rápida al aparecer Alfredo y producirse uno de los puntos álgidos de la ópera con este Amami Alfredo! (Quiéreme Alfredo...) mientras toda la orquesta se une para sostener este apasionado canto. Después sale precipitadamente de escena.
Justo cuando Alfredo se da cuenta del contenido de la carta que le ha dejado Violetta aparece “providencialmente” su padre para conducirle de regreso al seno de la familia. Alfredo se indigna por esa separación sin motivo de Violetta: Ell’ è alla festa... Volisi l’offesa a vendicar! (Ella ha ido a la fiesta... Volaré a vengarme de esta afrenta)
y parte hacia París para vengarse de ella.
Escena 2. La fiesta de máscaras en casa de Flora está en pleno apogeo cuando aparece Alfredo, a quien nadie esperaba dada su rivalidad con el Barón Douphol, y se une a un grupo de jugadores de cartas. Aparece Violetta del brazo de Douphol. Alfredo, que está ganando en el juego, no pierde ocasión de hacer alusiones insultantes a Violetta. Sube la tensión y parece inevitable el duelo entre Alfredo y el barón: una revancha, pero... al giuoco che vorrete (al juego que queráis).
Así comienza el gran concertante final que constituye una de las cumbres dramáticas de la obra. Violetta, para alejar Alfredo, se ve obligada a mentir y afirma que ama al barón. Alfredo llama a los invitados y, con gesto de desprecio, lanza una bolsa llena de dinero a los pies de Violetta para que todos sean testigos de que ha pagado su deuda. Tras un breve coro convulsionado, aparece Germont que entona un pasaje de gran belleza: Dov’è mio figlio? (¿Dónde está mi hijo?)... In te più Alfredo trovar non so (No sé ver en ti a Alfredo, no lo sé ver). Se suma Alfredo con unas frases precipitadas quebradas por bruscos acordes de los arcos: Ah sì... che feci!... ne sento orrore (¡Ah, sí! ¿Qué he hecho? Me horrorizo de ello). Tras una breve intervención del coro, Violetta entona su dolor Alfredo, Alfredo...confiriendo a este concertante una gran intensidad expresiva.
Acto III – Se abre con el célebre preludio, cuyos elementos constituyen un nexo de unión con el preludio del primer acto. La presencia de la muerte vuelve a anunciar en estos acordes el destino de Violetta que está en su dormitorio, enferma y sin recursos, leyendo por enésima vez la carta que le envió Germont en la que le dice que le ha dicho todo a Alfredo quien está de camino para pedir perdón. El siguiente pasaje es bellísimo Addio, del passato bei sogni ridenti (Adiós, al pasado, a los bellos y alegres sueños) construido sobre una fórmula que se repite tres veces en un arco descendente. Hay un diálogo entre el oboe y la voz que se eleva hacia los agudos en su dolorosa plegaria: della traviata sorridi al desio... a lei, deh, perdona; tu accoglila, o Dio ( acoge los deseos de esta mujer perdida... ¡Oh Dios!, perdónala y acógela).
Por la ventana entra el bullicio del carnaval, que se celebra en la calle. Es un elemento de ruptura de la trágica tensión anterior que sirve para conducirnos, de nuevo, a la acción principal en la que Aninna anuncia la llegada de Alfredo. Entonan el ardiente y optimista dúo Parigi, o cara, noi lasceremo (dejaremos Paris, querida... ).
La muerte de Violetta es inminente: Ma se tornado non m’hai salvato, a nuño in terra salvami è dato (Pero si con tu regreso no me has salvado, ya no hay nadie en la tierra que pueda salvarme). Después de esta frase, la orquesta, en un estallido de sonoridad, arropa a Violetta que entona el bellísimo Dio! Morir sì giovane (¡Dios mío, morir tan joven!) subrayado por el pizzicati de los arcos. En seguida se une al dúo Germont, que acaba de llegar.
Violetta le entrega un pequeño medallón con su retrato a Alfredo. Y aquí Verdi demuestra una vez más su profunda intuición. Toda la orquesta ejecuta unos solemnes acordes en pianissimo mientras el canto de la soprano se convierte en un grave declamado. Prendi; quest’e è l’immagine (Toma, éste es el retrato) y le pide que se lo entregue a la mujer con la que se case. La hermosa frase de Violetta Di chi nel ciel tra gli angeli (De quien en el cielo entre los ángeles) se eleva a los registros agudos para luego caer repentinamente, con un salto de séptima de extraordinario efecto prega per lei, per te(estará orando por ella y por ti).
Tras un breve concertante, dos violines solitarios entonan la frase de amor del primer acto. Violetta parece resurgir en este irresistible crescendo del final basado en el movimiento cromático ascendente de la voz de la soprano que, tras el agudo quebrado, muere.