por Perestroiko » Dom May 16, 2010 1:16 pm
Hoy estoy sentimental, espero que me disculpéis la parrafada...
Betsy Blair mantiene un recuerdo y una devoción reales hacia Juan Antonio Bardem y su película… (En el seminario de 2006 en Valencia sobre "Calle Mayor") tuve ocasión de conocer, como el resto de los participantes en el seminario, a Betsy Blair y de admirar, aunque fuera por poco tiempo, su aguda inteligencia, su humor y su alegría, su belleza octogenaria, su resistencia en todos los sentidos y su carácter independiente y radical. Pidió que le cambiaran de habitación en su hotel para disponer de una habitación de fumadores… (Manuel Hidalgo).
Calle Mayor es una película para ser defendida a capa y espada, y entre las cosas a defender está la interpretación de Betsy Blair. A primera vista, puede parecer un error que la protagonista de una película sobre la realidad española sea interpretada por una actriz norteamericana –una chica de Nueva Jersey, como se definía la propia Blair-; pensándolo más, puede parecer una muestra de intrusismo, y no sólo profesional, sino también ético. La denuncia de la gente sometida por la sórdida vida de provincias de aquellos años, la venganza contra esa sordidez representada en una película sólida y conmovedora, ¿no debería ser encomendada a gente que ha vivido tales males? ¿No debería ser derecho preferente de una persona que ha vivido tales males el ponerlos en la picota?
Sin embargo, fuesen cuales fuesen las razones que llevaron al protagonismo de una actriz norteamericana en esta película –comerciales, quizás; quizás políticas (reunir en una misma película profesionales comunistas de distintas partes del mundo)-, el resultado fue extraordinario; y de hecho, como voy a exponer a continuación, quizás a una actriz española los árboles no le hubieran dejado ver el bosque, y habría aportado una Isabel menos humanizada que la que –voluntaria o involuntariamente, pero beneficiada por una mayor distancia- aportó Betsy Blair.
Creo que aún hoy existen muchos equívocos sobre lo que suponía vivir en provincias en aquellos años, y estos aparecen en varias colaboraciones del absolutamente recomendable libro Calle Mayor… cincuenta años después / Roberto Cueto (ed.) – Valencia, Filmoteca - IVAC, 2006 (Textos Minor, 12). Aparecen, y además –también- en las letras de gente que podría conocer aquel mundo, como Manuel Hidalgo en su excelente contribución:
Curiosamente, (en) algún aspecto, Isabel es avanzada y desenvuelta… Por ejemplo, cuando expresa ante Juan su deseo de disponer de una cama de matrimonio, bien grande, y no de dos camas. Más aún cuando afirma y sabe que lo de las dos camas es, en las películas, cosa de la censura. Y todavía más cuando besa y se deja besar en la boca por Juan, en la alameda y en la estación, con admirable desenvoltura, que no se aviene con otros rasgos suyos.
… El programa “Versión Española”, de la 2, dedicó una muy interesante sesión a "Calle Mayor". Betsy Blair fue entrevistada en Londres para el programa y contó algo muy revelador: Bardem le hizo repetir la escena en que Isabel está en camisón sobre la cama ya que, a su juicio, en tal estaba ‘demasiado guapa’… Blair dice en el programa que, sabiéndose muy lejos de Isabel, intentó eliminar su propia gestualidad –propia de una mujer física y espiritualmente libre y experta-… Es interesante que Bardem se diera cuenta de que en tal momento Betsy aparecía ‘demasiado guapa’, entendiendo por tal cosa, según cabe creer, no la literalidad de la frase… sino la afloración al rostro y al movimiento de la experiencia de una mujer sexualmente activa e infinitamente más compleja y más cultivada que Isabel.
El último subrayado es mío, y lo dedico a un párrafo donde a Hidalgo se le escapa un automenosprecio por nuestra propia historia sin duda involuntario: ¿a santo de qué una yanqui ha de ser más compleja y cultivada que una solterona de provincias? Me parece que todas las personas que vivieron sometidas a la asfixia del mundo provinciano y rural de (como mínimo) la España franquista unen, a sus muchos males, el de ser recordados en una versión caricaturizada –a veces son recordados así por ellos mismos-: una cosa es la hipocresía y otra el autoengaño, una cosa es la represión y otra la ignorancia, una cosa es no poder imponerse a las circunstancias y otra ser gilipollas.
La protagonista de la película de Bardem, efectivamente, es solterona y se ve en la obligación social de comportarse como una beata, pero eso no significa que sea tonta ni simple ni ignorante. Al verla así, parecería que merece su tragedia –que no es, como recuerda el propio Hidalgo, alguien dotada de una luz interior que la hace merecer ser amada-; con esta lectura se pierde mucho de la denuncia social de Bardem –que vecinas menos dignas de amor que Isabel se encuentren casadas no es una contradicción de la película, como señala Hidalgo, sino una consecuencia de que la muerte del padre impidió a la familia de Isabel participar en el reparto del botín de los vencedores- y se muestra cierta resistencia a dejarse empapar por la humanidad del personaje y lo intolerable de la situación. Después de todo, Isabel tiene mucho tiempo para pensar, y eso le da tiempo para desvelar claves en las películas; después de todo, Isabel quiere ser feliz, y eso le hace querer besar -ir mucho a misa es inhumano, pero no inhumaniza…-.
Estas lecturas estereotipadas se repiten cuando se trata de analizar otras grandes películas españolas denunciadoras de la provincia castellana, así La tía Tula de Miguel Picazo o El extraño viaje de Fernando Fernán-Gómez. Aun cuando en estas películas los personajes parecen compartir interiormente la moral oficial en mayor medida que la Isabel de Bardem, también lo hacen de manera dividida, y eso no hace a las películas imperfectas y contradictorias, sino testimonio de una repugnante contradicción cuyas razones sociales han de ser combatidas –así, un crítico joven ve como una contradicción de la película que el confesor de La tía Tula anime a la protagonista para abandonar su castidad, como si el practicar sexo fuera una conquista actual y una marca indiscutible de libertad. Creo que hoy en día nos creemos muy listos por tener esa libertad otorgada por el consumismo tan denunciada por Pasolini, y eso nos hace muy tontos para entender el pasado y sus complejidades.
Tal vez el deseo de olvidar esos ¿tiempos pasados? o el deseo de denunciarlos sin dejar lugar a equívocos también favorece una versión caricaturizada de los personajes que los vivieron. Y tal vez una actriz española interpretando a Isabel se habría dejado llevar por esa ansiedad de denunciar, y habría conducido a una Isabel menos compleja – se habría ocultado más, para que la sordidez de una sociedad de curas y espadones se viese con más nitidez, prefiriese pasar por un personaje más rechazable para tildar a su sociedad de rechazable (1). Aún así, incluso esto es dudoso. Después de todo, en la secuencia de marras de Isabel en la cama no se trata sólo de que tenga una expresión de mujer ‘sexualmente activa’, es que lleva a cabo gestos tan deliberados –por la actriz y por el director que los consiente- como el ‘baile’ de las entradas del cine, ‘metáfora’ ante la que hasta Hitchcock habría dudado antes de atreverse a plasmarla…
Betsy Blair fue una mujer inteligente que supo interpretar muy bien a una mujer inteligente –pero víctima de las circunstancias y de su momento vital-, inteligentemente definida en el proyecto de una película que es una de las obras más emocionantes y vigentes de la historia del cine español.
(1) Según el libro que cito, la obra de teatro de principios de siglo veinte que inspiró remotamente a Bardem, "La señorita de Trévelez", sí mostraba a la solterona como estúpida, pero también es verdad que dejaba todo el peso de la obra –y la expresión del mensaje de denuncia, y la propuesta de solución- a los personajes masculinos…